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Cuento. El espíritu de la luz azul

El espíritu en la luz azul

 

            "Pues esto era un soldado que había estao mu..., que estaba mucho tiempo al servicio del rey; un soldado que llevaba mucho tiempo al servicio del rey, tuvo la desgracia y una vez pues tuvu un accidente y le tuvieron que amputar una pierna, cortársela. El soldado pus, claro, ya, con una pata y una muleta pus ya no podía estar al servicio del rey. Y el rey le dijo:

            -Mira, ya, de esto ya desprende..., ya no necesitamos tus servicios, -dice- ya con una pata pues ya no nos sirves para nada.

            Y el soldado pues, al día siguiente, lo cogieron y lo echaron, a que se fuera a su casa. Na más con una muleta y un trozo de pan que le dieron, pa que comiera, es lo que se llevó de las ganancias del servicio del rey, al estar tanto tiempo al servicio de él. Pues el soldado siguió andando, siguió andando, y llegó hasta, se le hizu de noche en el camino, y entró por una, por unas montañas, que ya no se veía, no había nadie por allí; y allí, a lo lejos, ya se vio una luz; dice:

            -Coñe, allí hay una luz, allí tiene que vivir alguien; pus me acercaré a él.

            Pun, pun, y andando y cojeando y tropezando por to las piedras, llegó hasta allí, hasta la casa:

            -Tan, tan.

            Tocó y allí salió una bruja malvada. Y salió la bruja y le dice:

            -¿Quién es?

            Dice:

            -Soy un soldado que ha estao mucho tiempo al servicio del rey, y tuve una desgracia y me tuvieron que cortar una pierna, y ahora pues ya como no quieren mis servicios, porque ya con una pierna no sirvo para nada, na más que para estorbo, pues me han echao de allí del palacio.

            Dice que le dice:

            -Pues pasa dentro.

            Pasó dentro de la casa de la bruja, y le dice:

            -Pero, antes de, de entrar aquí, a casa, para comer, tendrás que ir a por un haz de leña, para que podamos preparar la comida.

            Y el soldado cogió y, con su muleta y cojeando, fue a recoger un poco de leña; no podía traer mucha porque el hombre no podía, con la pierna coja y la escayola, la muleta, pues no podía coger mucho, y traía pus cuatro brazaos.

            Dice:

            -Pues no te habrás..., te habrás estomagao a traer toda la leña que traes, que eso se quema, con cuatro palos, se ha hecho; no hay ni para hacer un filete, con la leña que traes.

            Bueno, pasaron ya, hizo la lumbre, le puso de comer; después de que estaban, estuvieron comiendo, le dice:

            -Ara me tienes que hacer un favor -dice la bruja.

            Dice:

            -Pero ¿cuál?

            Dice:

            -Tienes que bajar a un pozo -muy hondo que había- y tienes que cogerme aquella lus azul que brilla -dice la bruja.

            Y le dice:

            -Pero yo no puedo bajar; yo, con una pierna, ¿cómo voy a poder bajar?

            Dice:

            -No te preocupes, porque yo te meto en este cesto y te bajo hasta bajo.

            Y lo metió en el cesto, empezó a bajarlo por una carrucha, pumba, pumba, pa abajo, pa abajo, hasta un montón de altu ya, muy lejos ya, hasta el fondo de abajo. Y allí le dice:

            -Dame la lus azul -cuando ya la tenía.

            Dice:

            -Pero súbeme de aquí.

            -No, dame la luz azul.

            -Súbeme de aquí.

            Como la bruja tanto insistía de que no le diera la lus azul, lo cogió y lo soltó y, pumba, y se cayó, donde estaban allí todos los mosquitos; durante ya un día y medio sin comer ni beber, lleno de mierda hasta las orejas casi ya; los mosquitos le encetaban las orejas, le mordían las cucarachas, andaban por allí to los bichos aquellos raros. Ya pasó un día allí metido y sacó, sacó así una colilla que encontró de cuando estaba en el servicio del rey, que la tenía en el bolsillo, y dice:

            -Bueno, ya que sea mi última vez, me voy a fumar una colilla aunque sea. -Y dice- ¿Pero con qué la enciendo? -Y dice- Bueno, pos con la lus azul.

            Pun, y se enciende con la lus azul, se pone a encenderla y sale un enanito de la lus azul y dice:

            -Amo, mándame.

            Pun, y dice:

            -Te mando que me saques de aquí; y me saques y, cuando me saques de aquí, mates a..., cojas a esa puta bruja y la pegues una carrera a palos y que no la vuelva a ver nunca más.

            Le dice:

            -Móntate en mis hombros.

            Se montó en los hombros del enanito, el enanito se empezó a estirar, a estirar, a estirar, a estirar, hasta que lo sacó fuera del pozo. Y luego cogió a la bruja y la mandó, la cogió y la pegó una carrera a palos y la mató y no se vorvió a saber nunca más de la bruja. Y el soldado dijo:

            -Bueno, pues ahora, ya que tanto ande, no me querían ya allí en el..., y he estado mucho tiempo al servicio del rey, me volveré a i otra vez por allí.

            Y cogió el enanito, pumba, pumba, volviendo a andá, y volvió hasta donde estaba el rey. Dice el rey:

            -Pero qué, ¿no te hemos dicho que no te queríamos volver a ver aquí?

            Dice, dice:

            -Pues sí.

            Dice:

            -Ya que no te quieres marchar de aquí, mañana te quemaremos.

            Y toda la gente, todos los soldados, pos hicieron una, en una plaza que tenían allí, hicieron un montón de leña, un camión de leña, para quemarlo vivo. Y ya que la tenían toda junta, le dice:

            -Cógelo tú.

            Di que cuando ya llegó el día siguiente, le dice:

            -¿Cuál es tu último deseo?

            Dice:

            -Mi último deseo es fumarme un cigarrito.

            Y le dice:

            -Toma, -le dan un cigarro-; ya que es tu último deseo, pues toma, fúmate un cigarro.

            Pon, cogió, le puso el cigarro en la boca, iba a encender con la lus azul, y hace el enanito, pun, se le apareció el enanito y le dice:

            -Amo, mándame.

            Y dice:

            -Te mando que empieces a pegá palos, que no quede aquí nadie.

            Empezó el enanito, pin, pan, y pin, pan, a dale palos a tos, a tos los que pillaba allí; era demasiao ya lo que había allí de to; a to el mundo le pegaba palos. Y luego el soldado y la hija del rey se casaron. Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado."

[Aceitunilla. Juan José Azabal Iglesias, 30 años. 15 de agosto de 1997]

 

 

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