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Cuento. El marido que se hizo el muerto

Estu es que era un matrimoniu y que se pususn a camé cincu manzanas, y fue el maridu y diju:

-dos manzanas pa’ ti mujé, y tres pa’ mi-

Y dici la mujé:

-de esu, ni hablá, que pa’ mí son las tres y pa’ ti las otras dos-

 

Se puson a discutí, y como la mujé no daba el brazu a torcé, dici el maridu:

-pos si no me dejas que yo me coma las tres, ahora mismu me mueru-; -pues muérete, dijo ella-

 

Y cogió él y hizu con que le dio un doló y se cayó muertu; no es que estuviera muertu del tó, sinu que se hizu el muertu. La mujé venga a llamarli, venga menearlu pa que reviviera, pero ¡nada!, que no revivía. Pues totá, que llamarun al cura y, ¡venga, ha hacerli el entierru! Cogieron y, venga, por allí pa’lanti caminu del cimenteriu. Y ya, como antis les hacían paradas a los difuntus, pues en la primera, se le acercó la mujé a la caja y le dici:

-marido mío, resucita, que ya pasamos la primera parada-

 

Decía él:

-¿me como yo las tres manzanas?-

Y decía ella:

-de esu nada-

Respondía él:

-pues que siga la procesión sin más paradas-

Llegaron a la segunda parada, y lo mismo. Totá, que ya se iban acercandu a la puerta del cimenteriu, y le dice ella ya:

-maraido, marido, que te van a enterrá ya; revivi de una vez-

 

Totá, que llegaron a la puerta del cimenteriu, y había allí un castaño, y fue él y se agarró a las ramas y se quedó colgado. Y decía la mujé:

-¡estu sí que es un milagru de Dios!-

 

Ahora, otra vez el hombre se murió, pero se murió de verdá, pero la mujé no se fiaba, no fuera a pasá lo de la otra vez. Y ya, cuando lo llevaban en la prucesión pal ciminteriu, les decía a la genti:

-no lo llevéis por andi la vez de antañu, que se puedi colgá otra vez del castañu-

Arturo Domínguez Domínguez. La Pesga.

 

 

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