Romance. El hijo póstumo
"El hijo póstumo”
Don Alonso, don Alonso, el rey que tan bien reinaba,
se marchó para Zamora por unas peñas tajadas;
lleva consigo a la reina de siete meses preñada
y antes de cantar el gallo los dolores le apretaban,
y a eso de cantar el gallo barruntaron gente armada;
con los dolores del parto la reina bien suspiraba:
-¿Para qué vendría a Zamora en hora tan desgraciada?-
Al pie de una zarza morisca parió la desventurada.
-Coge, criado, ese niño y ponlo a criar con ama,
no se lo des a viuda ni a mujer recién casada,
se lo das a una doncella que lo quiera más que el alma.-
Mataron a don Alonso y a la gente que llevaba,
y a la pobre de la reina la cosieron a estocadas;
con las ansias de la muerte la pobre reina gritaba:
-Hijo mío, hijo mío, hijo de las mis entrañas,
que te tuve en medio el campo pudiéndolo hacer en casa.-
Con las ansias de la muerte, cuando ya casi expiraba,
mandó venir al criado y al punto se presentaba.
-Si este niño se muriera en esta triste jornada
sin recibir el bautismo ni los olios ni las aguas,
no lo enterréis en sagrado, enterradlo en la montaña,
en lo más alto de ella, donde el ganado no pasta,
y le pongan un letrero con unas letras doradas:
"Aquí murió el niño infante, el que nació entre las zarzas." "
[Aceitunilla. Avelina Encinas Japón, 68 años, 8 de febrero de 1997]