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 Personalidades

Barrantes Moreno, Vicente II. Considerado por sus partidarios como ejemplo del “escritor católico” y como un “infatigable explorador de las glorias de su país” (con una especial atención a lo extremeño), Barrantes era visto por sus detractores como un “reaccionario intratable”. Sobre todo, por su tradicionalismo anti-Krausista, su defensa de la política colonizadora y evangelizadora en detrimento de las culturas indígenas, o su intransigencia política (en la línea marcada por Cánovas), a la hora de enjuiciar los procesos autonomistas sobrevenidos en Cuba y Filipinas. Las polémicas que sostuvo con Rafael María Merchán, o con José Rizal sobre algunas de esas cuestiones fueron bien significativas. Y no menos beligerantes los artículos que había venido publicando en El Imparcial y La Iberia. En un final de siglo marcado por la debilidad nacional, en el que había que enfrentar, de una parte, los excesos de la leyenda negra, y de otra, la pérdida de los últimos restos del imperio, su defensa de la hispanidad (como la de tantos otros intelectuales del momento), se formuló dentro de un encuadre argumental en el que los hechos históricos quedaron generalmente supeditados a una concepción providencialista sobre el destino de España. Dentro de ese molde caben sus iniciativas de mayor importancia dedicadas al asunto, desde su discurso de ingreso en la Academia de la Historia, que versó sobre la Extremadura del XVI y su protagonismo en la colonización de América (1872), a la reivindicación que hizo desde la Comisión del IV Centenario del Descubrimiento (1892), para que se restaurase el monasterio de Guadalupe y se reconociese la importancia que tuvo en la epopeya y cristianización del Nuevo Mundo. La historia fue también el sustrato de buena parte su labor literaria, en la que se incluyen novelas como las dedicadas a Juan de Padilla, y otras obras sobre acontecimientos más recientes: España Vencedora, Viaje a los infiernos del sufragio universal, o Días sin sol, de efímero valor, pero muy reveladoras de su integrismo y sus opiniones políticas. Mayor fortuna le proporcionaron sus Baladas (1854), su Plutarco de los niños (1857), y sus Cuentos y Leyendas (1875). Aunque muy por encima de todos esos trabajos quedan las investigaciones bibliográficas que hizo sobre Extremadura. De  indudable importancia; consideradas en su día fundamentales para la dignificación y afirmación de la identidad territorial y luego repetidamente invocadas como cimiento y justificación del ideario regionalista. /A.F.D.

 

 

Más información en la red: Rodríguez Moñino, Antonio

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