Hernández Pacheco y Estevan, Eduardo (Madrid 1872 – Alcuéscar 1965). Geólogo, paleontólogo y arqueólogo, fue uno de los hombres de ciencia más importantes del país. Oriundo de una familia de antiguo origen extremeño, vivió toda su infancia en Alcuéscar y terminó el bachillerato en el Instituto de Badajoz, antes de estudiar Ciencias Naturales y doctorarse en 1896 (con un Estudio Geológico de la Sierra de Montánchez, su patria chica), en la Universidad de Madrid. Ejerció la docencia en los institutos de Cáceres y Córdoba, y luego se trasladó  a la capital de España, en donde obtuvo en 1910 la Cátedra de Geología y la jefatura de la Sección de Geología y Paleontología del Museo de Ciencias Naturales. Desde entonces su carrera científica se mantuvo en estrecho contacto con la Institución Libre de Enseñanza, y su labor divulgativa y didáctica se amplió de modo significativo a través de la Sociedad de Alpinismo Peñalara, dedicada a fomentar el excursionismo y el conocimiento de la Sierra de Madrid. A lo largo de su dilatada trayectoria, ocupó numerosos cargos en organismos científicos y académicos y fue autor de una extensísima labor culminada con la publicación de la Síntesis fisiográfica y geológica de España (1934). En 1912 fundó la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas y como director de la misma realizó, en el verano de 1921, un viaje científico a la zona de la Peña de Francia con el propósito de “estudiar el problema geotectónico que motiva la situación especial de la Sierra”, hacer, por otra parte, “un reconocimiento geológico de las areniscas de Ciudad Rodrigo” y “estudiar y copiar” las pinturas rupestres del Valle de las Batuecas, ya visitadas con anterioridad por Henri Breuil y Juan Cabré. Del resultado de la expedición, en lo que se refiere a las investigaciones prehistóricas, dio cuenta en el trabajo que publicó al año siguiente en el Tomo I de las Actas que editaba en Madrid el Museo Antropológico Nacional. El eminente explorador, que viajó hasta el lugar en la compañía del dibujante Benítez Mellado y permaneció en el Valle “más de medio mes”, consiguió obtener copias de las pinturas de superior calidad y dos nuevas localizaciones (una en la cueva de la Umbría y otra en la base del canchal de Las Torres), con frescos de un interés “quizá mayor” a los que ya se conocían de la región. / A.F.D.

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