Roso de Luna, Mario (Logrosán 1872 – Madrid, 1931). Abogado, científico, escritor y ateneísta, destacó en los más diversos saberes. Antes de concluir en la universidad Central de Madrid sus estudios de Derecho (1894) y Ciencias físicas (1901), su reputación alcanzó la primera página de los periódicos cuando en la jornada del día 5 de julio de 1893 descubrió el cometa que lleva su nombre y que (a juzgar por su órbita), no volverá a verse nunca más desde la Tierra. A la muerte de su padre, en 1904, se trasladó a vivir definitivamente a la corte, donde muy pronto destacó como articulista y como el autor de una obra (que con los años se haría inabarcable), interesada en múltiples asuntos, históricos, científicos, de arte y arqueología, lingüísticos, o sociales. Para entonces había viajado a París y a Londres, había publicado alguno de sus primeros libros y se había iniciado en la teosofía y el ocultismo influido por las teorías de madame Blavastky. Hasta su fallecimiento, mantuvo una presencia continua en la prensa madrileña, y como escritor y ensayista llevó a cabo el enorme trabajo que agrupó en los volúmenes que completan su Biblioteca de las Maravillas. A lo largo de toda su carrera nunca dejó de mostrar el más firme compromiso con Extremadura. Como prueban los textos que escribió para toda clase de publicaciones regionales, el hecho de que fuera socio fundador y primer secretario del Centro Extremeño de Madrid, o se le confiara el discurso que en representación de las dos provincias pronunció ante Alfonso XIII en 1917. De su tierra le interesaron no sólo las cuestiones relativas a su historia o a su patrimonio sino, igualmente, las que afectaban a su actualidad o a su desarrollo. Recién llegado a Madrid, en enero y febrero de 1905, escribió en El Globo contra la “reprensible ligereza” de la ponencia Moret-Ugarte-Maluquer y la proyectada colonia penitenciaria de las Hurdes. Una iniciativa que, a su juicio, no venía sino a poner de manifiesto el desconocimiento que se tenía de aquel país y del trabajo de cuantos se habían “desvelado” (especialmente en Extremadura), por dar a conocer “el pasado, presente y porvenir” de la comarca. La “ignorancia” que sus “ilustres” promotores tenían del problema agrícola y de las características del suelo hurdano, o la “odiosa parcialidad” con la que (históricamente), se había actuado aislando el territorio: el más “despoblado” de carreteras que existía en España. /A.F.D.
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